El poder de la mentira en tiempos de redes
La difusión de fake news y contenidos virales con información falsa representa todo un desafío para la implementación de políticas públicas. Los equipos de comunicación tienen distintas herramientas para combatirlas. Pero también representa una problemática a la hora de educar y concientizar a las nuevas generaciones. Vivimos en época de infodemia e infoxicación. Cómo evitar caer en la trampa.
#HazUnaPausa. Este fue el hashtag utilizado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en octubre de 2020, en plena crisis de Covid-19 a nivel mundial, para tratar de detener la circulación de información falsa a través de las distintas redes. En la misma, pedían a la población que reflexione unos segundos antes de compartir algo. “La información errada puede ser mortal”, afirmaba en ese momento el Secretario General de la ONU, Antonio Gutérres. Así, ponía en relieve una problemática que afectaba a los distintos sistemas de salud y ponía en jaque a muchas de las políticas sanitarias en los distintos países. La pandemia puso de manifiesto, una vez más, una problemática que no era nueva pero la coyuntura la hacía más compleja aún.
Campañas políticas, crisis económicas y políticas, la vida diaria se ve afectada por este tipo de noticias que circulan en las redes sin ningún tipo de control. Y que pocas veces son chequeadas. Además, qué contenido nos llega y terminamos consumiendo también puede ser manipulado. Quizá uno de los casos que dejó al descubierto la incidencia de estas prácticas en la vida política fue el escándalo de Cambridge Analítica, en el que la consultora británica utilizó información de los usuarios de Facebook para influir en los contenidos que visualizaban, y así influenciarlos durante la campaña que llevó a Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos. Luego se conoció que no fue en el único país donde operaron con esta dinámica. También en Latinoamérica, como Argentina, Brasil y México. Durante la guerra de Ucrania, el año pasado, los medios de comunicación debieron luchar contra imágenes e informaciones falsas que circulaban en las redes.
El término “fake news” se utiliza para identificar “la divulgación de noticias falsas que provocan un círculo peligroso de desinformación”, según define una publicación de la Federación Internacional de Periodistas. Si bien en todo tiempo existió la circulación de información que no sea verdadera, desde la llegada de internet y, sobre todo, desde la explosión de las redes sociales, su capacidad de daño tomó mucha relevancia. Hay que pensar que hoy los lectores y consumidores son también generadores de información. Todos hemos recibido a través de los distintos canales de mensajería información de parte de un familiar o un amigo.
“Uno no puede esperar que toda la gente entienda que no se reenvían cadenas de whatsapp sin chequear la fuente, que es algo en lo que tenemos que seguir trabajando, en campañas de comunicación que desalienten a la gente a reenviar alegremente cualquier mensaje de alerta que nos llega al whatsapp. El trabajo en ese sentido por ahí es más profundo y puede llevar más tiempo, pero el pedir mayor responsabilidad a los comunicadores es algo urgente”, explica Graciela Lamouret, magíster en comunicación de la organizaciones en la Universidad Complutense de Madrid y actual Directora Nacional de Relaciones Institucionales en el Ministerio de Salud de Argentina.
Twitter, instagram, WhatsApp, Facebook, Telegram hoy también son utilizados para informarse. En un constante bombardeo de información, las 24 horas del día, los usuarios replican por distintos canales lo que ven y reciben. La crisis de covid, en la que se corría una carrera contra el tiempo para frenar la propagación del virus, la pelea contra la desinformación fue una batalla en sí misma. Primero con los cuidados y, luego, con la vacunación masiva de la población. “Hay cosas que hoy nos parecen una locura, sobre afirmaciones que circulaban sobre las vacunas, gente con tenedores pegados en los hombros, cosas extremas que nos pueden hasta haber causado gracia, pero todos tuvimos algún conocido que esperaba una u otra marca de vacuna, cuando lo importante era vacunarse lo antes posible”, relata Lamouret.
Si bien las distintas redes sociales implementan constantemente controles para evitar la difusión de ciertos contenidos no hay ningún tipo de chequeo de la información. Así, una mentira puede ser replicada al infinito. La organización sin fines de lucro First Draft (actualmente Information Futures Lab de la Universidad de Brown) identificósiete tipos de contenidos que pueden circular en la web, categorizados según el potencial de desinformación de cada uno.
Una de los primeros que enumeran es la sátira o parodia, que si bien no tiene la intención original de causar daño puede ocasionar eventualmente. Luego está la “conexión falsa”, cuando los titulares o imágenes con la que se propaga la información no se confirman. “Contenido Engañoso”, es otro de los tipos que circulan. Refiere a cuando se usa de manera engañosa la información para incriminar a alguien o algo. Otros dos son “Contexto falso” y “Contenido impostor”, que refieren a información genuina sacada de contexto y cuando lo que se hace es suplantar las fuentes genuinas, respectivamente. Las últimas dos, que a su vez las que más alta capacidad de daño tienen son: “Contenido manipulado” y “Contenido fabricado”. La primera es cuando imágenes o algún tipo de dato genuino se manipula para influenciar o engañar. La última es directamente cuando todo es inventado y diseñado con el fin de engañar.
Claire Wardle, la autora de este texto, también se pregunta por qué se difunde este contenido erróneo. Ella identifica ocho motivos (Las 8 P): Periodismo deficiente, Parodia, Provocación, Pasión, Partidismo, Provecho, Poder o influencia política y Propaganda. Cada una de las informaciones que circulan en las redes responde a una de estas ocho.
Sean las razones por las que se produce la difusión de una fake news, cuando comienza su circulación viral, el poder de daño puede ser de una gran magnitud. Allí, los medios de comunicación pueden ser una barrera para la propagación de estos contenidos.
“A diferencia de lo que sucede en las redes y las plataformas digitales, los medios tradicionales (sobre todo aquellos más longevos) suelen obtener su prestigio con base en la credibilidad, su línea editorial y quienes participan en la generación de las notas y los contenidos. Hay presentadores, columnistas, expertos y más personas involucradas en el desarrollo de una nota, por lo que optar por difundir noticias falsas puede suponer un riesgo para el propio medio”, afirma Antoni Gutierrez Rubi, fundador y director de ideograma, compañía que presta servicios de comunicación y asesoría en España y Latinoamérica. Experto en temas de comunicación, explica que las plataformas digitales resultan un desafío para los medios tradicionales por su facilidad de creación, el posicionamiento artificial acelerado que pueden lograr y su imparcialidad. Sobre todo ya que los medios tradicionales, por su naturaleza no digital son menos consumidos por las nuevas generaciones.
Cómo evitar las fake news
Entes gubernamentales, empresas, medios de comunicación y entidades de bien público exponen cómo actuar frente a las noticias falsas. El servicio de estudios del Parlamento Europeo, por ejemplo, publicó hace unos años una serie de consejos a tener en cuenta para evitar ser víctimas de este tipo de contenido. En la misma invitan a los usuarios a que comprueben el contenido con otras fuentes y verifiquen el medio o sitio que divulga la información. También es importante que exista el autor y que el artículo o video tenga fuentes fiables. Otra de las herramientas que se recomienda utilizar son los verificadores de imágenes y videos, para chequear que estos no estén alterados. Y luego, instan a los usuarios a que no divulguen ni propaguen este tipo de información sin antes verificar que sea correcta.
En los últimos años, conjuntamente con el crecimiento de esta problemática, también crecieron las iniciativas para combatirlas. Por ejemplo, los medios que se dedican a verificar la veracidad de determinada información. En Argentina, por ejemplo, existe el portal Chequeado que analiza noticias que se difunden pero también afirmaciones que realizan personajes de relevancia en los diferentes canales.
“Iniciativas de fact-checking, nutridas por medios tradicionales y digitales, son ejemplos de estrategias que se utilizan para desmentir y evitar la propagación de las fake news. En la medida en la los actores que integren estas iniciativas sean variadas y amplias, mayor credibilidad tendrán”, explica Gutierrez Rubí. Pero enseguida aclara un riesgo latente: “Si la línea editorial de un medio tradicional encaja con una estrategia de fake news, éste caiga en la tentación de difundirlas y, por tanto, aumentar el impacto que éstas puedan tener”.
El trabajo de los equipos de comunicación
“Para contrarrestar una mentira, no hay nada mejor que la verdad”, afirma Gutierrez Rubi. Ese debate se da en los equipos de comunicación cuando deben afrontar una campaña en la que se difunden fake news que ponen en peligro la implementación de alguna determinada política. Lo primero a realizar, según Rubí, es analizar el alcance e impacto que tienen en la opinión pública para excitar así el efecto Streisand, es decir, aumentar la visibilidad de hechos no deseados. “Este es un error común que se suele cometer, sobre todo porque el propio equipo deja de distinguir entre la percepción hacia el interior versus la percepción general de la ciudadanía”, explica.
“Para poder medir el alcance que está teniendo determinado contenido es necesario hacer una tarea de monitoreo, tanto en redes como en medios de comunicación, y sobre todo en redes de líderes de opinión”, cuentan Graciela Lamouret y Leandro Álvarez, directores del curso de Comunicación Institucional en la Fundación Instituto de Investigación y Educación Económica (I+E). Una vez que los equipos establecen el posible alcance llega el momento de tratar de minimizar la repercusión y contrarrestar el efecto que pueda tener.
“Hay que ver quién la está difundiendo, qué líderes de opinión la están replicando, y desde la vocería ponerse de acuerdo con ellos para explicar y tratar de darles la información verdadera o simplemente desmentirla. Hay que buscar también que sean ellos mismos los que desmientan la información”, explica Álvarez.
Claramente no siempre se logra que los que dieron la noticia sean quiénes salgan a negarla o contradecirse. Ahí aparecen otras opciones. Una es la búsqueda de aliados estratégicos. “Otra opción es ponerse en contacto con quiénes hacen checking de noticias, como AFP Factual o Chequeado, que tienen una red de contactos y un alcance que es superior al de una oficina de comunicación”, dice Álvarez y cierra: “Si esto sigue escalando se puede realizar una desmentida pública a través de notas, las redes propias del organismo y del funcionario. Esto será de acuerdo al alcance que se quiera tener, desde la red humana del funcionario siempre será mayor, ya sea con una captura, un video o una imagen”.
Pero el problema sobrepasa la posibilidad de la desmentida. Una vez que la noticia corrió por los diferentes canales el daño es difícil de dimensionar. “Cuando una idea se instala en el marco mental de las personas, es difícil que pueda cambiar en el corto plazo. Se requieren de acciones muy concretas, potentes y que evidencien la mentira para que pueda haber un cambio significativo en la percepción inicial sobre un tema”, cuenta Gutiérrez Rubí. Y aclara: “Incluso así, aún demostrando que la idea es realmente una fake new o un bulo, siempre habrá un porcentaje de personas que decidan continuar creyendo la mentira, porque en su marco mental y con base en su código de valores, la historia que les fue contada encaja más con lo que ellos son y con lo que ellos piensan, que con lo que verdaderamente es la realidad”.
Educar en tiempos de Infoxicación
“En la era pre internet había una premisa que no se discutía. Cuanta mayor información uno tenía era mejor para poder así tomar las decisiones correctas. Eso ya no es tan así. En esta era posterior a la llegada de internet la gran cantidad de información falsa que circula lleva muchas veces a la confusión. Tanto es así que ha nacido un nuevo término para describir esto: Infoxicación. Una especie de intoxicación de información”, relata Roxana Morduchowicz, doctora en comunicación de la Universidad de París y consultora de la UNESCO en ciudadanía digital para América Latina. Autora del libro “Ruido en la web: Cómo se informan los adolescentes en la era digital”, explica el gran desafío actual de educar a las nuevas generaciones en épocas de fake news e hiperconectividad.
El problema no se circunscribe al aula o en las poblaciones más jóvenes. La crisis de la información atraviesa todo el arca social. Es justamente contra esto contra lo que luchan los distintos actores a la hora de implementar políticas de todo tipo de temáticas. Cómo informar a alguien que está todo el día informado.
“Lo que cambió es la forma de validación de lo que se consume. La variable que más peso tiene es quién me envió el contenido, no quién lo produjo. Si me llega a través de alguien de confianza eso ya lo hace válido, no importa cuál sea ese contenido”, relata Morduchowicz. Y esto se agrava con los más jóvenes, que serán en un futuro quiénes dirijan los espacios de poder. Cómo revertir una tendencia donde nada parece ser del todo verdad.
No poder confiar en la información que nos llega también pone en jaque el juego democrático. En qué basamos nuestras decisiones, en qué nos basamos para poder elegir. Hoy, todo ciudadano debe manejar las herramientas para no ser presos de esas “infoxicación”. “En una democracia no existe una ciudadanía plena sin una ciudadanía digital”, afirma Morduchowicz y explica que la Unesco ha desarrollado un programa para concientizar y educar a las nuevas generaciones en la búsqueda y el uso de la información confiable.
Desde este programa identifican cinco problemáticas. La primera es que los jóvenes se informan casi exclusivamente a través de las redes, lo que hace que la información esté descontextualizada. La segunda, relacionada con esto, es que el consumo de la misma es secundaria. “Están haciendo cualquier cosa, hablando con un amigo por ejemplo, y le llega la información, se le mete en el feed. No es que ellos vayan a buscarla, sino que les viene digitada por los algoritmos”, explica la especialista y consultora de Unesco. Esto da paso al tercer problema: el primer link que encuentran es el correcto. “No contrastan. Y uno sabe que no siempre el que aparece es el de más prestigio, muchas veces es el que pagó para estar. Una periodista de The Guardian, en Inglaterra, hizo la prueba de preguntar en Google sobre el holocausto y el primer sitio que recomendaba era una web neo nazzi que lo negaba”, relata Morduchowicz.
El cuarto problema es la validación de la fuente. Lo importante es quién me lo envía. Y eso da lugar al quinto: Expresan una alta credibilidad en lo que hay en internet. “Conspira contra el cuestionamiento. La consecuencia es que los chicos hacen un uso limitado de la información y se termina viralizando cualquier contenido”, finaliza .
Golpe al bolsillo
Una familia tiene todos sus ahorros en una caja de ahorros de un banco. Otra los tiene en una caja de seguridad, también en la misma institución. Es domingo por la noche y en el whatsapp de cada uno de los integrantes llega el mismo mensaje. “Mañana el gobierno pesificará los depósitos y confiscará el dinero en las cajas de seguridad de los bancos”. El mensaje les llega de parte de un primo, un compañero de trabajo, un amigo de la escuela. Toda gente de su confianza. A otra familia, que decidió invertir su dinero en fondos de inversión con títulos de deuda pública en una determinada entidad le llega el siguiente mensaje: “Por la guerra en Ucrania se prevé una caída de las acciones de las entidades bancarias y un desplome de los títulos de deuda pública”. En base a qué información tomarán sus decisiones financieras. ¿Qué debería hacer cada uno de ellos?
“Las fake news pueden traer muchos problemas. Siempre ha habido rumores en los mercados bursátiles y financieros que impactan en las cotizaciones de las acciones de los títulos públicos y demás activos financieros. Muchos han sido falsos e igualmente ya habían impactado. Hoy, en la era de las redes y fake news, esas informaciones pueden impactar aún más porque tienen más potencia para influir en las personas y los decisores, tanto en aquellos que están informados como los que no. Pueden traer muchos problemas”, explica Alejandro Rebossio, periodista especializado en economía, actualmente en DiarioAr y Radio Con Vos. Sobre los casos de rumores habituales sobre la posibilidad de corralito (confiscación de los depósitos) o la llegada de un nuevo plan bonex, en el que se cambia el dinero por bonos o, las frecuentes posibilidades de devaluación, Rebossio afirma que “esto evidentemente puede traer corridas bancarias o cambiarias”.
La dimensión de estos fenómenos será cambiante de acuerdo al contexto en el que se produzcan. Podrán quedar como un evento aislado o en algunos casos llegar a crisis de magnitud más importante en las que el sistema se debilite. Todo dependerá del poder que pueda tener ese rumor o fake news. “El sector económico es uno donde ya había una tradición de fake news pero ahora, en la era de internet, tienen un mayor poder de impacto”, afirma Rebossio.
Uno de los sectores económicos que se ve muy influenciado por el correr de información en la web es el de los activos digitales. En un universo nuevo, en constante cambio y adaptación, las historias virales pueden lograr e influenciar para el crecimiento de un activo o provocar una caída repentina del precio del mismo. Un trabajo de alumnos del I+E, en la edición de 2022 del Programa en Economía y Finanzas para Abogados que se realiza junto a la Universidad de La Plata, analizaron este fenómeno. El mismo fue realizado por Christian Alberto Vega Candia y Cristian Natanael Nabarro. En el trabajo explican este mecanismo como agentes desestabilizadores que tienen las fake news e identifican algunos ejemplos de manipulación que tienen. Uno es el “Spread FUD”: los operadores buscan instalar Miedo, Incertidumbre y Duda (FUD por sus siglas en inglés) sobre una determinada criptomoneda a través de noticias sobre robos de carteras, problemas de algoritmos o dificultades para disponer de los fondos, todo basado en falsedades. Esto provocará que se vendan los activos y baje el precio de los mismos.
Otro de los ejemplos que dan en el trabajo es el “Pump and dumps scheme”. En este tipo de fraude se utilizan las noticias virales para promover una cripto en particular, esto hace que su precio suba artificialmente y luego venderlas a un mayor precio. El último que identifican es el de los “Algoritmos maliciosos”, en el que los operadores manipulan los algoritmos para la distribución de noticias en forma masiva con el “objetivo de generar cambios repentinos y significativos en el precio de los activos digitales”.
Algunos países, en busca de reducir los daños que puedan generar, han legislado o están con proyectos para aprobar contra las fake news. En Alemania, por ejemplo, desde 2017 las plataformas sociales deben eliminar en un plazo de 24 horas las noticias falsas que se hayan difundido. Cuidar el derecho a la libertad de expresión es el gran desafío de estas leyes. Evitar generar un mal mayor al tratar de controlar la información.
Es que la información falsa no siempre busca un efecto puntual y específico sobre las personas, influenciarlas en un sólo aspecto. Otras, el fin que persiguen puede ser mucho más estructural. “Además de aquellas fake news que afectan las decisiones de las personas, también hay otro tipo que tiene un contenido económico y sirve para implantar cierto tipo de ideologías. Por ejemplo, hace poco salió una nota en un medio en el que citaba un informe del Instituto de la Carne Vacuna que citaba un estudio de la NASA que decía que la producción ganadera no contamina. Luego, en el sitio Chequeado confirmaron que esto no era verdad ni había referencia alguna al impacto de la carne vacuna en el medio ambiente. Claramente esto busca mantener un tipo de negocio, el de producción con feedlots, a partir de una fake news. En este caso es sobre una discusión que atraviesa lo económico y ambiental”, explica Rebossio. Y sentencia. “En otros casos, las fake news intentan instalar determinada ideología a través de mentiras que luego, instaladas en la gente, pueda facilitar determinadas políticas económicas”.